GAYS CLUB

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jueves, 15 de diciembre de 2011

JAMÓN DEL BUENO ...



Bueno… por fin me he decidido a escribir después de muchos intentos frustrados, y muchas horas delante del ordenador con la mente en blanco. Aun recuerdo con nitidez la primera vez que vine a Barajas; habrán pasado más de diez años. Paramos en la entrada para ver como iba la construcción de la nueva casa, y luego subimos directitos a El Casino, ¿El Casino? Yo me imaginaba un local grande, con muchas barras, máquinas tragaperras, ruletas, Black Jack… y grandes letreros luminosos tipo Las Vegas, camareras semivestidas, crupieres, moquetas y tapices… vamos, que me creía que lo de El Casino era al pie de la letra. Cuando entramos, no voy a negarlo, se derrumbó la imagen mental que me había creado, por otro lado, propia de un ignorante de la vida.

Desde entonces hasta hoy, he vivido grandes momentos entre esas paredes y, debo decirlo, he dado el sobo como un auténtico campeón del mundo. Las personas que se sitúan al otro lado de la barra, aunque habitualmente suele ser Luis, se merecen un pedazo de Cielo por aguantarnos como nos aguantan.

Hay algo mágico que nos empuja a ir a El Casino. Yo creo que son las vivencias que guarda su habitáculo, y que tan buenos ratos nos han hecho pasar a todos. Mantendré grabados en mi memoria durante el resto de mis días grandes sucedidos como los del “cla cla de los pepinos”, el del “siete, catorce, veintiuno”, muchas partidas de naipe, grandes chispas, etc., etc., etc.

No quiero enrollarme más. Tan solo felicitar a toda la familia por estos sesenta años de dedicación, y especialmente a Luis, alma de El Casino. Daros las gracias por todas vuestras atenciones, y esperar que celebremos el ciento veinte aniversario.

A continuación, relato una historia que me han contado y que siempre me ha parecido bastante divertida.



JAMÓN DEL BUENO

No sé en que año sucedió, ni creo que yo hubiera nacido. Esta historia me llegó de alguien que prefiero mantener en el anonimato, aunque si alguien me tira de la lengua, me sacará hasta las amígdalas, ya que suelo parar bastante en el lugar en el que se desarrolla la historia, y consumir con moderación, pero con bastante intensidad. Además, creo que, lógicamente, muchos de los que la lean u oigan, conocerán sobremanera a los protagonistas. Seguro que Luis Azcoita sabrá sobre quién relata esta historia.

Es también posible que haya algún dato o situación que no sean fieles a la realidad de lo que sucedió; pido disculpas por anticipado, y me culpo en todo momento, ya que el día que me fue relatada la historia, no tomé ni una sola nota, como corresponde a un escritorcillo aficionado de mi calaña. Estas lagunas he intentado rellenarlas con pequeños recortes de mi imaginación, que todo escritor, aunque sea aficionado, debe tratar de incluir en la plasmación de la realidad. Y, bueno, sin más dilación, vamos a por la historia.

Parece ser que se estaba llevando a cabo la construcción de un nuevo pozo en El Casino, coincidiendo con el famoso cambio de lado de la barra. Una de las personas que trabajaban en esta obra de saneamiento, en la actualidad familia mía, cavaba con ahínco para llevar el barco a buen puerto. Coincidiendo con esta situación, en la casa de El Casino se hallaba temporalmente residiendo Carlitos.

En aquellos entonces, la opulencia no era precisamente huésped habitual en la mayoría de los hogares de Barajas, por lo que gran parte de los muchachos lugareños, tenían que conformarse con poco para saciar el hambre. De hecho, el narrador de la historia (que no el que la escribe) no paró en ningún momento de utilizar el adjetivo “...del bueno” para referirse al vino, al jamón, al lomo... ya que El Casino tenía justa fama de cobijar buenas gentes, y también suculentas y abundantes viandas.

Según mis informaciones, una de las tareas más desgastantes de Pilar, era conseguir que el mencionado Carlitos no muriera de inanición; pero no forzada, sino voluntaria, ya que prefería cambiar el tiempo de la obligada nutrición, por el de ocio. La hora en la que se producían los más encarnizados encuentros era la de la merienda, en la que Carlitos ofrecía toda la resistencia posible para no tener que enfrentarse a la deglución de un fabuloso bocadillo de jamón, que él veía como una tortura innecesaria que pausaría unos necesarios minutos de juego.

Esta situación, tremendamente chocante para mi familiar que, mientras cavaba, seguía con la mirada el fastuoso bocadillo de jamón del bueno, llegó a provocar en él una continuada obsesión que llegó a privarle del sueño. En sus pocos ratos de concilio, soñaba con arroparse con esas lonchas de jamón en las frías noches de invierno. Se soñó cuchillo. Se soñó plato. Se soñó pan. Se soñó... ¡El Salvador!. A continuación explicaré la razón de este sueño revelador.

Carlitos seguía propiciando pequeños disgustos a Pilar a causa de su reiterada y rotunda negación de la merienda, por lo que un buen día Pilar decidió utilizar medidas drásticas para terminar de una vez por todas con la situación; Carlitos no pisaría las calles de Barajas, hasta que no hubiera hecho desaparecer el fulgurante bocadillo de jamón del bueno entre el pecho y la espalda. Esto supuso para Carlitos un insufrible dolor, ya que una de sus principales razones para no enfrentarse al fascinante bocadillo de jamón del bueno, era la interrupción de su esparcimiento en el exterior.

Carlitos vagó cabizbajo por los rincones de El Casino pensando una solución para su grave problema. Recorrió cada lugar inmiscuido en sus pensamientos, devanándose los sesos para dar con una vía de escape. Con su mirada perdida en techos, suelos, y paredes, y mientras sujetaba el tentador bocadillo de jamón del bueno en una de sus manos, fue a parar al lugar en el que mi familiar cavaba intensamente adentrándose en las profundidades de Barajas.

Las gotas de sudor que resbalaban por la frente de mi familiar en un inequívoco camino hacia el suelo, ablandaban la tierra que removía hacia la espuerta. El sonido de sus tripas vacías se confundía con el del pico y la pala, mientras en su frente se apreciaba el relieve de una loncha de jamón del bueno, fiel reflejo de sus pensamientos. De repente, su mirada se cruzó con la de Carlitos, que apareció muequeando los primeros pucheros ante la falta de ideas para salvar la desagradable situación. El cruce de miradas se redujo al tiempo que se mantiene el destello de un relámpago, ya que los ojos de mi familiar corrieron a clavarse en el ansiado anhelo.

Mi familiar, noble de corazón como pocos, interrogó al muchacho que parecía angustiado, con la intención de socorrerle “¿Qué te sucede, Carlitos?”. Costó escuchar la respuesta, ya que el muchacho comenzaba a retemblar con la voz apesadumbrado por el disgusto “Tengo un grave problema. Me veo obligado a actuar contra mi voluntad. He de comerme este bocadillo, o no volveré a pisar las calles de Barajas, ni a jugar con mis amigos”. Mi familiar soltó el pico, y una cascada de jugos manó debajo de su lengua.

Viendo la posibilidad de ver su sueño hecho realidad, mi familiar se dirigió a Carlitos abriendo un camino a la esperanza “No te preocupes. Creo que yo puedo levantarte el arresto”. La cara de Carlitos se iluminó como el sol “¿De verdad puedes?”.

A los pocos minutos, Carlitos mostraba a Pilar el último resto del platónico bocadillo de jamón del bueno, y finalmente se lo introducía en la boca para demostrar que había cumplido con la misión encomendada. Las caras de Pilar y de Carlitos se dibujaron con una sonrisa de satisfacción. Mientras, mi familiar, cavaba con más fuerza que nunca con una sonrisa de oreja a oreja. Los tres se sintieron muy felices; Carlitos corrió a la calle, Pilar se sintió satisfecha por el deber cumplido, y mi familiar supo a que sabía el jamón del bueno.

Según las informaciones obtenidas, esta misma historia se repitió durante el tiempo que duró la obra, por lo que El Salvador de Carlitos disfrutó de maravillosos días de opulencia en tiempos de difícil avituallamiento. Aun hoy recuerda la historia con tremendo agradecimiento, y afirma que ningún jamón le ha vuelto a saber como aquél.

Fdo: ALEJANDRO PARRONDO
Fotografía (Raúl, en www.juanleache.com )

4 comentarios:

  1. No recordaba la historia ... pero me ha hecho sonreir esta mañana (que no es poco en los tiempos nuevos, tiempos salvajes en los que vivimos).
    MIGUEL.-

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  2. !Qué bien escrito! No sé si me gustas más bailando o scribiendo...

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  3. gracias por el retoque Miguel. Ha quedado genial.
    David

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