El tren paró. Bajé al andén. Pero él lo hizo antes que yo. Se puso un instante de puntillas y miró a derecha e izquierda varias veces buscando a alguien; sonrió y alzó el brazo. Ella le esperaba, se acercó a él y se dieron un beso. Sonrisas, alegría. Todo normal.
Yo subí en La roda. Destino: Madrid. Fin de semana con unos amigos. Él subió en Alcázar de San Juan. Se sentó frente a mí después de un ¿está ocupado?. Traje, maletín y maleta de las llamadas "fin de semana". Pasado un rato sonó su móvil. Como respuesta un sí cariño, ha ido a recogerlo mi madre, volveré el domingo, y o también a tí, un beso. Minutos después, él entrenando su pulgar con el móvil; yo, entrenando la imaginación con mi libro. Miradas más o menos largas por la ventanilla. Paisajes pasando. Conversaciones cruzadas del resto de viajeros. Pequeñas historias: estudios, enfermedades, vacaciones, deseos, familia ... Llegada a Atocha tras unos veintitantos politonos de móvil que intentaban conferir una identidad diferenciada a sus portadores.
... Se acercó a él y se dieron un beso. Sonrisas, alegría. Todo normal. Pero algo en mí interior me decía (aunque no puedo comprobarlo) que esa vez, junto a todos nosotros, una mentira también viajó en ese vagón.
Luis Martínez
hay una errata. No es "bajó en ese vagón" sino "viajó en ese vagón".
ResponderEliminarjajaj
Corregida errata !! jejejej ...
ResponderEliminarEl tren siempre ha tenido algo de romántico y misterioso. Podría ser un buen regalo de Reyes.
ResponderEliminarma'ncantao... cuando acaba como que se te pone una sonrisilla en la boca...como son las infidelidades.
ResponderEliminarLa de veces que he viajado yo en ese tren que va de la Roda a Atocha, mejor dicho de Albacete a Madrid. Que tiemposssss (Sin infidelidades claro)
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